Tadao Ando, Dios y Angelina Jolie
Tadao Ando tiene el poder de hacernos pasear desnudos frente a la inmensidad del mundo sin importar si somos ricos o pobres, blancos o negros, hombres o mujeres.
Hace poco, encima de la mesa del salón habÃa tres periódicos, una baguette envuelta en papel marrón y una bolsita cerrada que prometÃa contener algo que sin duda provocarÃa que mis pasos hacia una diabetes o hacia la muerte fuesen todavÃa más grandes y acelerados de lo esperado. En la portada de uno de los periódicos aparece el arquitecto japonés Tadao Ando.
Ya no estoy en mi casa de Madrid sino en la Provenza, el año pasado, a finales de septiembre, en el Château La Coste, con un calor de cuarenta grados y un sol que hacÃa que los viñedos pareciesen de un verde fluorescente. Estoy caminando hacia una colina, paso cerca de un arroyo, de una casa sin ventanas que lleva la marca de ese japonés que después de ser boxeador casi se convierte en Dios. En el aire hay una especie de bruma que hace que la distancia entre los ricos y los pobres se pueda medir con un metro simple de los utilizados por los decoradores. Es el mismo aire que te acompaña desde el garaje, donde los ferraris se amontonan y alcanza su punto álgido en el restaurante de la entrada desde cuyas mesas se puede divisar la fuente de Calder. La espesura se va diluyendo a lo largo del arroyo y desaparece cuando entramos en la casa. La ausencia de ventanas no nos deja ver donde quedan los demás, estamos solos con nosotros mismos, es nuestro momento de boxear. Y boxeamos, paseamos, sentimos claustrofobia y ganas de salir al exterior, donde el mundo y el Château La Coste nos volverá a poner en nuestro lugar. En el de dos personas que caminan bajo el sol abrasador hasta la iglesia que hay en lo alto de la colina.
La iglesia tampoco tiene ventanas, unos cortes estratégicamente colocados en la piedra forman una especie de tragaluz y es por ahà por donde se cuela el sol. El crucifijo es minúsculo, ni rastro de la grandeza cristiana a la que nos hemos acostumbrado. Hay algo de románico mezclado con Philippe Starck. Volvemos a estar a solas con nosotros mismos, a saber que lugar ocupamos.Â
Tadao Ando tiene el poder de hacernos pasear desnudos frente a la inmensidad del mundo sin importar si somos ricos o pobres, blancos o negros, hombres o mujeres. Su arte tiene la cualidad de devolvernos a nuestra esencia y de enseñarnos que no somos más que huesos y piel y órganos más o menos sanos, más o menos a punto y que tarde o temprano estos terminarán por fallar y moriremos y nos nos importará porque llegamos a comprenderlo a tiempo y estamos preparados para emprender el camino por las colinas serpenteantes para llegar a la iglesia sin ventanas en la provenza francesa donde una ensalada de langostinos cuesta 25 euros y es posible encontrarse a Angelina Jolie tomando café junto a su prole.
Tamara Tossi ©