Escribo desde Starbucks. Llevo toda la mañana haciendo compras de Navidad y, después de intentar tomar café en dos cafeterías diferentes, incluida la que han abierto en la nueva tienda de Zara, que por cierto estaba llena de japoneses haciendo fotos, he tenido que rendirme a la evidencia; Starbucks es un refugio en el que tomar café ardiendo en una taza enorme sin que te acosen los influencers. Además, en el que estoy yo, todavía no han cambiado la decoración para convertir el espacio en una cafetería de aeropuerto y siguen teniendo asientos de piel.
Hoy hace frío pero no tanto como para llevar jersey y bufanda de cashmere con abrigo. Lo que que me ha obligado a pasarme la mañana con el abrigo medio quitado. Este diciembre, en Madrid está siendo tan caluroso como premonitorio de algo, no sé exactamente de qué.
Lo que no me sobran son mis calcetines del oso. Los calcetines bonitos, por mucho calor que den, nunca sobran. Soy consciente de que llevar calcetines de osos es algo hortera e infantil, pero en esta época del año, por suerte, todo está permitido. Y quizá también los osos actúan como premoniciones de otras cosas menos bonitas y más horteras, por ejemplo, de la llegada de una Navidad tropical, es posible que en unos años.
Tamara Tossi ©