¿Por qué lo hacemos?
¿Qué es lo que hago? ¿Tiene sentido? ¿Me lleva a algún sitio? ¿Es ese sitio bonito? ¿Más feliz? ¿Menos gris? ¿Hay gente quejándose? ¿Y tarta?
A veces doblas una esquina o pones un documental en Neflix y sin quererlo o sin haberlo planeado, ni mucho menos imaginado, la vida te pone delante a alguien a quien estás harta de ver en las revistas, en Instagram y en enormes carteles publicitarios colocados en la calle. Y de quién por arte de magia, y de la publicidad, te habías creado una imagen muy precisa hasta llegar a pensar que sabías quien era y que es lo que hacía y lo que sentía.
Este es el caso, se trata de Olivier Rousteing, el actual director creativo de Balmain. Mi foco se centró en él cuando vi la colección que presentaron en el Sena a bordo de un barco. Supe que ese chico era alguien especial y que a pesar de la distancia y de que nuestras vidas discurren en universos muy lejanos, los dos teníamos algo en común, a París, quizá. En ningún caso pensé en él como un genio en el sentido en el que los amantes de la moda hablan de los creadores, es decir, en el sentido vacío de un backstage en el que tienes dos minutos para saludar al artífice de la magia y como no sabes que decir le dices que es un genio, no un mago, sino un genio. No sé muy bien si sintácticamente hay alguna diferencia notable pero algo me hace sospechar que la hay. Supongo que tiene que ver con la idea de que un mago hace magia, modifica la realidad, a Balmain, a París, a él mismo, a mí, su pasado de niño adoptado. La soledad en la que se fraguan los sueños que los demás ovacionan durante dos minutos. Los dos sabemos que esos dos minutos cuestan toda una vida de preguntas. Esas que me hago cada mañana al encender el ordenador; ¿Qué es lo que hago? ¿Tiene sentido? ¿Me lleva a algún sitio? ¿Es ese sitio bonito? ¿Más feliz? ¿Menos gris? ¿Hay gente quejándose? ¿Y tarta?
En el documental de Neflix, Rousteing dice que hace sus desfiles en sitios muy parisinos porque en el fondo, siempre ha tenido miedo de no ser suficientemente francés. Estas palabras son de una realidad aplastante, palpable en las calles pero nunca hasta ahora expresadas con tanta claridad desde el fluorescente mundo de la moda. Hablan del miedo a no ser suficiente, a no ser merecedor, del sentimiento de inferioridad ante la grandeza. Eso explica el porque cuando he intentado escribir en París las palabras no salían o eran torpes y vacías, tanto como las felicitaciones. A mi alrededor había demasiada grandeza, belleza, historia, demasiado Proust y Gertrude Stein, demasiado Hemingway como para llegar algún día a ser suficiente, no digo buena, sino suficiente. ¿Por qué lo hacemos entonces? Lo hacemos por ellos, para ellos, por Gertrude Stein y Hemingway. Por nuestros padres, para transcenderlos y esperar a que un día enciendan la televisión y digan, ahí está, ese es mi hijo, hemos trascendido, ha merecido la pena.
Tamara Tossi ©
Foto: Oliver Rousteing fotografiado por The New York Times.
*El documental se llama Wonder Boy.