La receta de la felicidad
¿Cómo saber que lo que estoy sintiendo es felicidad y no un subidón de azúcar por culpa de la tarta de queso?
Si soy sincera, debería empezar diciendo que me encanta leer libros de autoayuda. Incluso, desde hace algunos años, y debido a mi incapacidad para resolver mis propios problemas, tengo la costumbre de comprar libros de autoayuda de dos en dos. Y también tengo que confesar, que cuando era más joven, llegué a leer varias veces aquel libro que se llamaba ¿Quién se ha llevado mi queso?
Con los libros de autoayuda me ocurre algo extraño, casi nunca recuerdo lo que dicen pero suelo recordar sus títulos. Sin duda, una gran lección para cualquier escritora que se precie. Da igual que nadie recuerde el argumento de tu novela, bastará con que recuerden el título. Lo único que me quedó claro, además de los títulos, es que, al parecer, según todos estos libros, la receta de la felicidad tiene que ver con un concepto que los escritores de libros de autoayuda llaman propósito.
El propósito, si lo he entendido bien, viene a ser algo así como encontrar el Santo Grial escondido entre mis recuerdos de infancia, o dentro de un queso de cabrales. Es decir, se trata de saber lo que me gustaba hacer cuando tenía ocho años para suponer que treinta años más tarde, podré pasar el resto de mi vida haciendo eso mismo y que, además, me paguen por ello. El propósito es no madurar. Que me gustaba montarme en las barcas de la feria, debería hacerme feriante o marinera. Si por el contrario, lo que me gustaba era quemar hormigas con un mechero,
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