Hamburguesas y pepinillos
Empiezo a pensar que la única razón por la que como hamburguesas, además de las patatas y de la pajita de la Coca-Cola, es poder asistir durante un rato al espectáculo que está teniendo lugar
Me encanta mirar como la gente prepara hamburguesas. Lo digo en serio, me gusta colocarme enfrente de la persona que se encarga de seleccionar los ingredientes para cada hamburguesa y mirar como separa los pepinillos, mueve la cebolla que está en la plancha o corta los tomates. Disfruto preguntándome si pondrá pepinillo en una hamburguesa de un alérgico a los pepinillos y si es así cuanto tiempo podría tardar esa persona en llegar al hospital más cercano, o en morir, que para el caso, teniendo en cuenta el estado de la sanidad pública y últimamente, el estado de la sanidad privada, viene a ser lo mismo.
El caso es que empiezo a pensar que la única razón por la que como hamburguesas, además de las patatas y de la pajita de la Coca-Cola, es poder asistir durante un rato al espectáculo que está teniendo lugar en la cocina. A la imagen del chico con gorra roja mirando las comandas para saber si dentro del paquete debe poner una ración de patatas pequeñas o grandes. O a la de la chica que se encarga de gritar los números. Creo que esas personas debajo de sus gorras rojas tienen el que es probablemente el mejor trabajo del mundo.
Sin tener en cuenta que te puedes equivocar y colocar pepinillos en la hamburguesa de alguien alérgico a los pepinillos
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