Es temprano y ya me duele el culo de estar sentada pero, antes de tomarme unas horas libres, quiero daros las gracias. De verdad. Es lo mínimo que una debe hacer cuando sube su primer vídeo a YouTube y no termina hablándole al vacío más absoluto.
Porque, contra todo pronóstico (y creedme si os digo que yo misma voté en contra), el vídeo de ayer tuvo una acogida sorprendentemente cálida. Es decir, cálida en el sentido de que nadie me insultó en los comentarios y más de una persona me ha escrito para decirme que quería ver más. Yo, que había asumido que el algoritmo me dejaría flotando en una especie de limbo digital donde van a morir los tutoriales sobre pan casero y los hauls en biquini de 2015. Ahora me veo obligada a admitir que el algoritmo me quiere, aunque sea un poquito.
Lo cierto es que, como ya sabéis, me costó subir ese vídeo. No solo por razones técnicas, sino porque me cuesta muchísimo confiar en el mundo. Además, por supuesto, de que pienso que el tiempo que tenemos es limitado y que nadie, ni siquiera yo, tiene derecho a hacer que la gente pierda ese tiempo en algo que no merezca la pena. Con este panorama en mente, os podéis imaginar, lo difícil que fue imaginar que había alguien ahí fuera interesado en ver algo mío en vídeo… era como pensar que me iba a salir bien una receta sin mirar la app de recetas de The New York Times: absurdamente optimista.
Pero me equivoqué y eso me hace feliz. Bueno, feliz en la escala de alguien que se emociona cuando el pan de un restaurante es mejor que la comida.
Así que gracias, de verdad. Gracias por ver el vídeo, por compartirlo, por suscribirte, por ese “me gusta” que quizá diste por error, pero que no pienso devolverte.
Si aún no lo has visto y te puede la curiosidad o la culpa (ambas emociones muy poderosas), aquí te dejo el link:
Y sí, seguiré subiendo más. Aunque siga sin confiar en el mundo, he decidido darle una oportunidad.
Por lo menos mientras haya buen pan y buen café.
Tamara Tossi ©