Estoy bien así
No digo que de vez en cuando no eche de menos las ostras, notar la arena debajo de mis muslos, ni poder atravesar Saint-Germain-des-Prés sin querer beberme un mojito
Una se da cuenta de que le está ocurriendo pero no sabe cuando empezó. ¿En qué momento empecé a notar cierto alivio cuando, a mediodía, al salir de una tienda del centro, el sol no me daba en la cara obligándome a cerrar los ojos? ¿Y cuándo me empezó a molestar el pitido de fondo que oigo cuando duermo con tapones? ¿Siempre estuvo ahí? No lo sé. Puede que tanto el pitido como la irritación que me recorre la garganta al notar que el sol me da en la mancha que tengo en la frente, llegaran en el mismo momento en el que me empezó a molestar coger el metro para ir a una clase de yoga o desplazarme varios kilómetros hasta el supermercado ecológico para comprar brócoli. En algún momento, también, empecé a notar un sabor metálico en la lengua cada vez que olía el perfume Chanel Nº5.
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