El señor Watson quiere mejorar el mundo
El señor Watson practica la diplomacia blanda. Es decir, la utilización de la pseudopsicología para hacer que los demás hagan lo que quiere que hagan sin que se den cuenta de que lo están haciendo
El señor Watson estaba obsesionado con mejorar el mundo. Tanto que cuando le pidieron que donara la mitad de su fortuna para acabar con la pobreza infantil no lo dudó ni un minuto. Eso le proporcionó un inmenso sentido de la autorrealización, como le gustaba decir a él.
Era un hombre peculiar dentro de su círculo empresarial. Trabajaba dos días a la semana en París y cuatro en Nueva York, una noche a la semana dormía en el avión. En su último libro recomendaba tomarse la vida con calma y levantarse a las cinco de la mañana para empezar el día con buen pie. Se puede decir que es un héroe. No solo porque su empresa esté a punto de permitir que los obreros viajen a la luna por el precio de un billete de avión a Maldivas, sino por sus enseñanzas. Por ejemplo, en lo relativo al proceso creativo. En los años ochenta, una periodista le preguntó cómo ordenamos algo que no tiene sentido. La respuesta del señor Watson fue clara: «el objetivo es estructurar».
¿Cómo se hace eso?, preguntó ella.
El señor Watson levantó los ojos de los muslos de la periodista,
Desestructurando, dijo.
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