El farolillo y el gato
Si su dueña estuviese dispuesta a venderme la casa con el farolillo, yo me comprometería a seguir permitiendo que el gato continuara con su estilo de vida
El farolillo de la puerta de la casa de mi vecina se enciende a eso de las nueve de la mañana. Todos los días, mientras me lavo los dientes, lo miro desde la ventana de mi cuarto de baño, desde donde también se ve la mesa de hierro forjado y los rosales que se reparten a lo largo y ancho del jardín que rodea la casa. Algunas mañanas, hay un gato tumbado en el felpudo. Esa imagen, la del farolillo encendido y el gato tumbado en el felpudo a la espera, supongo, de que su dueña le abra la puerta después de haber pasado la noche de juerga, me resulta reconfortante. Tanto que no puedo dejar de pensar en comprar la casa.
Keep reading with a 7-day free trial
Subscribe to La Newsletter de Tamara Tossi to keep reading this post and get 7 days of free access to the full post archives.