El día que dejamos de apretar los dientes
La vida de nuestros padres nos empezó a parecer más segura que la nuestra. Aquí y allá surgieron deseos de mermelada casera y pan recién horneado
Los sueños revelan cosas, nos dicen lo que piensa nuestro inconsciente y nos recuerdan la necesidad de comprar un spray de pimienta.
Hoy voy a hablar de tener miedo.
Cuando pienso en tener miedo no me imagino metida en la cama paralizada por los ruidos que llegan de las escaleras del portal. Me imagino colocando una estantería en la puerta y montones de libros a los pies de la ventana. Puedo ver con claridad un cartel fluorescente pegado con celo en la puerta de mi habitación con el número 112. Por alguna razón, en mis momentos de miedo ficticios, mi casa no es mi casa, la real. Es un apartamento de una sola habitación en un último piso de un edificio sin ascensor de París. Es un sitio metafórico. El cajón de sastre donde se guardan los bolígrafos que ya no funcionan, las pilas a medio gastar, montones de chinchetas sueltas y
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