El concepto de hogar va cambiando con el tiempo. Cuando era pequeña, un hogar significaba un horno encendido y leche frÃa por la mañana. Un hogar era un sitio en el que nadie gritaba por las noches. Un poco más tarde, cuando ya era adolescente, me imaginaba una casa con sillones de flores y cortinas gruesas que fuesen capaces de ahogar el ruido de los gritos que no habÃan parado.
Un hogar era calor.
Ahora, un hogar significa un sofá de cuadros con los cojines aplastados y una luz cálida en la cocina. Una lámpara con campana de tela en mi escritorio y velas encendidas y tazas estrafalarias y poca luz pero de calidad.
Un hogar es luz.
Lo contrario de la luz es la oscuridad.
Si entramos en la oscuridad no podemos encontrar los interruptores y la gente se pone nerviosa y empieza a dar voces y los niños tienen miedo y duermen con el corazón en un puño. Lo contrario de la oscuridad son las flores y los cuadros. En las casas que hay flores y sábanas de cuadros vive gente que no tiene miedo y que bebe en tazas que no se rompen y comen en platos que no están sucios y celebran cumpleaños, Navidades y aniversarios.
En un hogar hay regalos.
Los regalos no vienen en cajas de cartón cerradas con cinta adhesiva azul claro con el logotipo de Amazon. No los reparte un señor con un mono marrón que tiene la furgoneta mal aparcada y que te pide tu número de documento de identidad para comprobar que no te estás quedando con el regalo de alguien que vive en una casa con luz.
Los regalos son amor.
Y el amor viene envuelto en papeles de cuadros arrugados y a veces están aplastados y se colocan debajo del árbol de Navidad hasta que sus dueños se despiertan medio adormilados después de una noche sin sueños.
Para mÃ, un hogar es una noche sin sueños.
Lo contrario es noche, oscuridad, nada.
Tamara Tossi ©