Días de morbosa felicidad
Alguien me dijo alguna vez que sentía una felicidad morbosa cada vez que cumplía con las normas.

Los dioses condenaron a Sísifo a empujar eternamente una roca hasta lo alto de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Pensaron, con cierta razón, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza. Así empieza el ensayo de Camus en el que Sísifo experimenta la libertad durante el breve periodo de tiempo que va desde el momento en el que ha terminado de empujar el peñasco y el momento en el que tiene que volver a empujarlo de nuevo. Y es así como me he sentido yo durante el confinamiento, suspendida en ese breve instante de libertad que va desde que nos prohibieron salir a la calle hasta que nos dijeron que ya podíamos volver a hacerlo.
Alguien me dijo alguna vez que sentía una felicidad morbosa cada vez que cumplía con las normas y es así como he pasado los días, suspendida en un estado de morbosa felicidad al saber que estaba haciendo lo correcto, siendo una egoísta que lo único que estaba haciendo por los demás era quedarse en su casa y sentirse culpablemente feliz. El destino había tomado la decisión por mí, por nosotros, por nuestro bien, a costa de muchos otros. Nos estaba dando una segunda oportunidad, no a todos, a los afortunados, a mí, a nosotros. Había que aprovecharla.
Cuando empezamos a salir a pasear supe que todo aquello no funcionaría. Con todo aquello no me refiero a los paseos de patio penitenciario que nos estaban permitidos, con todo aquello me refiero a la sociedad que hemos creado y que ahora intentaba recuperar nuestra confianza en ella permitiéndonos dar un paseo de una hora al día. Con todo aquello me refiero a la rueda de Camus y a Peregrinos, el escritor que tras haber rematado su primer libro se suicidó para llamar la atención sobre su obra.
El mundo al que estábamos ansiosos por volver es ese en el que todos estábamos dispuestos a cualquier cosa para llamar la atención sobre nuestra obra o sobre nuestra vida o incluso sobre nuestra comida. Ese mundo en el que vivimos tan aturdidos que ya no somos capaces de diferenciar entre un Picasso y una hamburguesa con patatas y aceite de trufa servida en una terraza con velas.
Durante el confinamiento me sentí aturdida al darme cuenta de que la vuelta a la normalidad trataba de la metáfora de Camus y la vida de Peregrinos. La vuelta al suicidio filosófico, al placer morboso, a la contemplación de una representación del esfuerzo inútil e incesante del hombre adornado ahora con filtros de colores tenues y aderezado con aceite de trufa.
Con todo aquello me refiero a nuestro empeño en señalar solo lo bonito, lo apetecible, lo instagrameable, los barcos, los coches, las velas, las posturas de yoga en playas desiertas, los momentos de felicidad efímera antes de volver a empujar el peñasco que ahora pesa y brilla demasiado incluso para mí, fan incondicional del aceite de trufa. Hay que imaginarse a Sísifo feliz, decía Camus.
Tamara Tossi ©
Tamara Tossi es la autora de Modern Ladies (Mujeres Modernas)