Cambio de sillas
Con las cafeterías ocurre lo mismo que con nuestras casas, quizá no sean las que aparecen en las revistas de decoración pero son nuestras.
Si hay algo que me molesta es llegar a una cafetería que conozco y que hayan cambiado la orientación de las sillas. Pues bien, eso es exactamente lo que ha pasado esta mañana. El cielo estaba azul, al fondo se escuchaba a los niños del colegio gritando como animales salvajes, las obras del edificio de enfrente parecían haberse esfumado e incluso me imaginé a los albañiles dedicándose a pintar los marcos de las puertas con un pincel dorado. El problema fue que tomé la decisión de ir a la cafetería de siempre.
Nada más entrar ya me di cuenta de que algo no iba bien. Me recibió una chica que no conocía: joven, avispada, con el pelo sujeto con una cinta de flores. Detrás de ella había otro chico al que tampoco conocía, también joven, no más de veinte años, alto, con andares de John Travolta.
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